jueves, 20 de octubre de 2011

Chopin: Nocturno Op 72 / Pachmann



En palabras del gran pianista ruso-germano Vladimir von Pachmann, una celebridad en su tiempo pero hoy olvidado, no existe mejor ejercicio para desarrollar y mantener la agilidad de los dedos que la ordeña de vacas.

Vladimir de Pachmann (la partícula von = de, se la agregó él mismo puesto que sus hermanos, que los tuvo, no la llevan), nació en Odessa, Ucrania, en 1848. Tempranas muestras de talento aconsejaron su pronto ingreso al Conservatorio de Viena, donde tuvo clases de composición con Anton Bruckner. No obstante haber ofrecido su primer concierto público a los 21 años, no fue sino hasta trece años después que decidió salir de gira por Europa e incluso los Estados Unidos, logrando ser aclamado en todas partes como un artista excepcional.

Carátula de uno de sus discos, que
recomendaba comprar y luego destruir
Según la opinión de la época, interpretaba de un modo extraordinario los valses, preludios y mazurkas de Chopin. Para responder a esta distinción de su público, visitaba todos los años la tumba del compositor polaco, a quien pedía perdón por las notas falsas en que pudiera haber incurrido la temporada anterior.
Ya en plena madurez, a comienzos del siglo veinte, optó por llevar su especial sentido del humor al escenario, llegando a aplaudirse a sí mismo en los pasajes difíciles ya superados, deteniendo la ejecución, besándose las manos y exclamando: ¡Bravo, Pachmann, bravo! o bien, al inicio del concierto, pidiendo disculpas al público por no haber estudiado lo suficiente, a continuación de lo cual repasaba escalas y arpegios tranquilamente en presencia de todo el mundo.

En una ocasión, en el Albert Hall de Londres, cuya sala estaba repleta de público, Pachmann hizo su entrada, tomó asiento, intentó acomodarse en el taburete y luego comenzó a dar muestras de inquietud ya que no lo conseguía por más que lo intentaba. Al rato se puso de pie y abandonó el escenario sin decir una palabra, ante un público atónito. Después de una angustiosa espera, pasado un cuarto de hora, surgió de entre bambalinas su secretario o ayudante, quien avanzó hacia el piano llevando delicadamente tomada entre sus dedos una hoja de papel de cigarrillo, la que dispuso con igual primor debajo de una de las patas del taburete. Pachmann regresó al escenario, tomó asiento y luego de aprobar con expresión satisfecha la estabilidad perfecta del taburete, comenzó a tocar.
No hace falta decir que el público adoraba estas ocurrencias de Pachmann y, en cierto modo, constituyeron por sí mismas un elemento esencial en el éxito de su magnífica carrera.

Vladimir de Pachmann fue uno de los primeros pianistas en registrar grabaciones de su trabajo, por allá por 1906. En algunas de ellas, hace comentarios sobre lo que está tocando. He preferido elegir una en que no lo hace. Es el nocturno Op. 72, póstumo, de Chopin, quien con el mismo espíritu de Pachmann alguna vez expresó: "No me agradan las personas que nunca ríen. No son gente seria".


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