lunes, 31 de mayo de 2010

Chopin: nocturno en Mi bemol


Retrato de Chopin pintado por María Wodzinska

Frédéric Chopin conocía a la familia Wodzinsky desde la infancia. En el verano de 1835 decidió pasar una corta temporada con ellos, en Dresde, donde tuvo la suerte de reencontrarse con María, la hija menor, que ya no molestaba a los mayores con sus morisquetas ni corría entre sus piernas, incomodándolos; ahora tenía dieciséis años, era hermosa y pintaba y tocaba el piano. Fréderic, que ya había cumplido veinticinco, retribuía de algún modo a sus anfitriones con las clases de piano que regalaba a María por las tardes. Sobre el piano, exigía el maestro, no podía faltar el cuaderno de música de la niña, donde debían anotarse las ideas musicales que surgieran, si se daba el caso.


Una página de este cuaderno es lo que aquí vemos: un boceto del nocturno en mi bemol, opus 9 n°2, sus primeros compases. Claramente es solo el germen de una idea: la mano derecha, la melodía. Frédéric agregará más tarde la mano izquierda haciendo posible que estos signos garrapateados que leemos con dificultad puedan sonar así:




Una gran idea musical, sin duda.
Sin embargo, un amigo mío encuentra graciosísimo que hubiera sido María y no Chopin el autor del boceto, a instancias, tal vez, de una insinuación del propio Frédéric del tipo: "María... ¿qué tal si improvisa para mí algo en mi bemol, un par de compases tan solo, una melodía serena, que provenga de lo más profundo de su corazón amado?"
María podría haberlo hecho, según mi amigo (sabemos que María componía y, podemos ver aquí, de paso, cómo pintaba). Y entonces Chopin –siempre según mi amigo–, en una acción repudiable, habría copiado subrepticiamente los compases en el cuaderno que tenía a mano, el de María, mientras ésta elevaba los ojos al cielo en busca de inspiración.
No lo creemos posible.
Sea como fuere, Frédéric terminó más tarde la composición en París.

La versión es de la joven pianista Tiffany Poon, nacida en Hong-Kong en 1997.
Cuatro minutos y medio de la pequeña pieza clásica para piano más romántica y popular de todos los tiempos, el nocturno Opus 9 N° 2, en mi bemol, de Frédérik Chopin.


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