sábado, 31 de agosto de 2019

Chopin: Vals Opus 34 No 2


Chopin tenía 19 años cuando viajó por primera vez a Viena, en agosto de 1829, para dar su primer recital como concertista en el extranjero. El éxito fue apoteósico, aunque algunos críticos resintieron el bajo volumen y débil sonoridad del intérprete, más apropiados para los salones que para una sala de conciertos. Un año después, luego de abandonar Varsovia definitivamente en viaje a París, pasó ocho meses en la capital del imperio austriaco, con resultados opuestos. Empresarios de la música y otros artistas lo recibieron con indiferencia. Durante esa larga estadía solo dio dos recitales. Es que con su toque delicado no era fácil conquistar al bullanguero público vienés, audiencia que, según relata: "...solo quiere escuchar los valses de Lanner y Strauss".


Chopin, desde luego, era completamente ajeno a los valses vieneses. Tiempo después, ya instalado en París, le comenta a un amigo: "No he adquirido nada de aquello que es particularmente vienés, por lo que aun sigo incapacitado para tocar valses". Quizá precisamente por ello, Chopin va a reinventar la forma en sus propios y particulares términos, con una producción exquisita de piezas breves con métrica de 3/4, profundamente personales.
Según los estudiosos, su producción de valses sigue, en lo fundamental, dos líneas: por una parte, los hay grandiosos, brillantes y ornamentales, casi elaborados para el salón de baile; y por otra, están las miniaturas, abstractas, encantadoras, en las antípodas del vals vienés de moda de la época.

Los tres valses del opus 34
Compuestos entre los años 1834 y 1838, fueron publicados por el editor con el título de Tres Valses Brillantes, aunque la denominación solo sea adecuada para el primero de ellos, el vals Opus 34 No 1, en La bemol, el único grandioso y brillante, ubicándose así en la primera categoría establecida por los estudiosos, y los dos restantes, en la segunda (y no podía ser de otro modo si al vals Op 34 No 3 se le conoce popularmente como "el vals del gatito").
El año 1838 es el año de la partida de Chopin a Mallorca, el malhadado viaje que hará junto a George Sand y sus hijos, en octubre de ese año. Antes de emprender la travesía, Chopin envió a publicación las cuatro mazurcas del opus 33 y los tres valses del opus 34. Para esa etapa de su vida, a los 28 años, Chopin ha escrito, aunque no publicado, ocho de sus catorce valses.

Vals Opus 34 No 2
Escrito en La menor, era el preferido de Chopin, y de otros cuantos (la película El Pianista lo incorporó a su banda sonora). Aunque lleva el No 2, fue el primero en escribirse.
Es un vals lento, algo triste, melancólico. Un "vals para las almas", como alguna vez señaló Robert Schumann de los valses de Chopin. Nunca mejor dicho, precisamente, de este vals.

Pleno de languidez y anhelo, en el minuto 0:56 el cambio a modo mayor da paso a una melodía de sorprendente belleza que se repetirá en el modo menor unos cuantos compases más tarde. Todo vuelve a reanudarse, para dar paso a una sección nueva, en 4:10. Al final, los compases de inicio regresarán, esta vez para servir de sofocada conclusión.

La versión es de la estupenda pianista ucraniana, Valentina Lisitsa.


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miércoles, 21 de agosto de 2019

Enrique Granados: Allegro de Concierto


En la España de comienzos del siglo XX, el compositor Tomás Breton, autor de la célebre zarzuela La Verbena de la Paloma, se desempeñaba como director del Conservatorio de Madrid. Por sugerencia suya, en 1904 se convocó a un concurso que tenía como objeto premiar un "Allegro de Concierto" que sirviera de pieza obligada en los concursos de piano que se celebraban regularmente en España.

Se presentaron al concurso varios compositores españoles, de variados curriculum, talentos y experiencia, entre ellos un joven Manuel de Falla, quizá el más brillante de todos. El primer premio, sin embargo, recayó en Enrique Granados, un compositor maduro que ya gozaba de reconocimiento internacional, gracias a sus populares Doce Danzas Españolas.


Nacido en Lérida, hijo de un capitán de ejército, Granados mostró tempranamente un gran talento musical. No sin dificultades, sus padres consiguieron darle educación musical formal. Fue el inicio de un camino sin baches solo interrumpido por las penurias que debió enfrentar a raíz de las dificultades económicas que, muerto el padre, llevaron al joven Granados a convertirse en el proveedor de una familia numerosa.

Enrique Granados (1867 - 1916)
Calificado por uno de sus profesores como el alumno más brillante que había tenido nunca, el joven Enrique, que a los diez años había dado sus primeros conciertos en público y que en 1883 había ganado el concurso de la Academia para pianistas noveles, debió abandonar sus estudios en 1886 para ofrecer sus servicios como pianista en los cafés de Barcelona. Con el apoyo de un empresario barcelonés, viajó a París en 1887. Allá recibió el reconocimiento de Massenet, Saint-Säens y Grieg. Regresó a Barcelona en 1889, consagrado como compositor y pianista.

Allegro de concierto, en Do mayor, Op 46
En general, a Granados no se le tiene en la misma estima que a otros compositores de música para piano de gran dificultad técnica, como sería el caso de Liszt, o incluso de su colega y compatriota, Isaac Albéniz. Por ello, tradicionalmente no ha habido muchos pianistas dispuestos a dedicar el tiempo necesario para agregar su música a su repertorio.
Por fortuna, este glorioso Allegro de Concierto está hoy empezando por fin a encontrar su lugar en el repertorio tradicional.

Enrique Granados se llevó el premio de 1904 con ocho minutos de bravura que siguen conservando un alto grado de virtuosismo, resultante de una feliz combinación de virtuosidad lisztiana con la pasión y el temperamento españoles.

La versión es de la excelente pianista francesa, Stephanie Elbaz.



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miércoles, 7 de agosto de 2019

Schumann: "Papillons", opus 2


Cuando en 1831 Schumann terminó de componer la serie de doce piezas breves para piano que tituló "Papillons", contaba apenas 21 años. Por la época, vivía en casa del maestro más renombrado de Leipzig, tomando lecciones con él desde hacía solo un año, el profesor Friedrich Wieck, quien le aseguró que bajo su tutela llegaría a ser un gran pianista en unos pocos años. No era una apuesta disparatada puesto que, descontado el talento de Schumann, en ese hogar había una niña, Clara, la hija de trece años del maestro Wieck que ya era pianista y daba conciertos con regularidad.


Literatura y música
Bajo la presión de su madre, Schumann se había mudado a Leipzig para continuar estudios de leyes, los que pronto abandonará por la música, no sin antes atravesar por un mar de dudas. En carta a su madre, en julio de 1830, escribe: "Toda mi vida ha sido una batalla entre la poesía y la prosa, o, llámele así, entre la Música y el Derecho". Ahora bien, Schumann no era ajeno a la poesía, ni menos a la música, desde luego. Durante su paso por el Liceo había escrito un ensayo titulado "Sobre la íntima relación entre la poesía y la música", y mientras estuvo en Leipzig dedicó gran parte de su tiempo a la escritura y la lectura.

Die Flegeljahre, la novela
Por esos años se entusiasmó con las novelas de Jean Paul Richter, un autor menor entre los grandes exponentes de la literatura alemana, quien, sin embargo, disfrutó en vida, y más tarde también, de gran popularidad en Europa central, a comienzos del s. XIX. Una de sus novelas le cautivó, Die Flegeljahre, que traducido al español viene a ser algo así como "La edad de la indiscreción" o "La edad atrevida", en relación con la adolescencia.

Schumann, joven (1811 - 1856)
Inspirado en los eventos de la trama, especialmente del último capítulo, Schumann extrajo un retrato musical que tradujo en las doce piezas brevísimas que conforman la afable obra "Papillons", su segunda obra en publicarse.
En carta dirigida a sus hermanos, el compositor los invita a leer "en cuanto puedan la última escena de Flegeljahre porque Papillons intenta ser una representación musical de aquella mascarada".

Papillons, opus 2
Su título –Mariposas– nunca ha sido bien explicado, si bien la música sugiere claramente las nociones de "ligereza" y "vuelo". En conformidad con la idea de música destinada a un salón de baile, conforman la obra doce danzas, la mayoría valses, que escasamente superan el minuto de extensión.

Los estudiosos han calificado la conclusión de la obra, su finale, como un "toque magistral" del maestro: abre con una antigua melodía popular alemana, y termina con seis notas acentuadas que representan las campanadas de un reloj, luego de lo cual el intérprete debe ejecutar un notable diminuendo mediante la remoción, una a una, de las notas de un arpegio sostenido.

Las piezas:
00:00  Introducción, en Re mayor. Moderato
00:14  Vals en Re mayor
00:58  Vals en Mi bemol mayor. Prestissimo
01:14  Vals en Fa sostenido menor
02:06  Vals en La mayor
03:00  Polonesa en Si bemol mayor
04:18  Vals en Re menor
05:20  Vals en Fa menor. Semplice
06:16  Vals en Do sostenido menor
07:36  Vals en Si bemol mayor. Prestissimo
08:25  Vals en Do mayor. Vivo
10:54  Polonesa en Re mayor
13:30  Finale en Re mayor

La versión es de Tiffani Poon.



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