sábado, 14 de julio de 2012

A. Barrios: Una limosna por amor de Dios


Jacques-Louis David, Belisario pidiendo limosna

No obstante haber sido el más grande guitarrista-compositor de la primera mitad del siglo pasado, después de acaecida su muerte en 1944, Agustín Barrios-Mangoré y su música pasaron prácticamente al olvido y durante al menos dos décadas el compositor y su obra fueron ignorados, tal vez opacada su empresa por la omnipresencia de dos grandes facilitadores del repertorio para guitarra clásica de la época: Andrés Segovia en España con sus transcripciones desde la vihuela renacentista y el laúd barroco, y Villa-Lobos en Brasil, con su novedosas composiciones de raíces étnicas.

Todo esto sucedía no obstante la extendida opinión académica que señalaba la innegable superioridad en emotividad, virtuosismo y factura técnica que supone la obra de Barrios en comparación con los aportes de los otros dos grandes maestros contemporáneos ya nombrados –entendido Villa-Lobos en su aportación a la guitarra.
En los años 70, grandes guitarristas como John Williams o David Russell comenzaron a incorporarlo a su repertorio, dándolo a conocer por segunda vez al mundo, si cabe la expresión.

El célebre trémolo conocido por sus numerosos nombres (El último trémolo, El último canto, etc.), entre ellos el no exento de sentimentalismo de Una limosna por amor de Dios, fue compuesto al final de su vida y con toda probabilidad es su última obra escrita. En esta pieza, tan bella como breve, Barrios da muestras de su acabada maestría en la técnica del trémolo, la melodía encargada a la voz soprano mientras un motivo rítmico en ostinato a cargo de la voz media no descansa durante toda la pieza (de ahí su nombre, ostinato).
La versión, impecable, es del guitarrista escocés ya señalado, David Russell.



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