viernes, 12 de octubre de 2012

Alexander Scriabin: Tres Piezas para Piano



Al año siguiente de terminar sus estudios en el Conservatorio de Moscú, el joven compositor y pianista ruso Alexander Scriabin, de veinte años, se dañó para siempre la mano derecha, luego de obligarla a realizar un esfuerzo gigantesco en su intento por dominar una pieza de gran dificultad del maestro húngaro Franz Liszt. Sus manos, ingratamente pequeñas, que a duras penas alcanzaban poco más de una octava, no soportaron el esfuerzo.

Hijo de un funcionario de gobierno y de una destacada pianista, el niño Alexander de diez años había iniciado en 1882 una carrera militar en la Escuela de Cadetes de Moscú, lo que no impidió que simultáneamente prosiguíera estudios de piano, en los que destacó con claridad como para decidir y asegurar su ingreso al Conservatorio en 1888.
Allí tuvo como compañero a otro pupilo estrella, Sergei Rachmaninov, con quien compartió el mismo tutor, sin que ambos músicos forjaran una amistad profunda, lo que queda reflejado en el rumbo diferente que tomaron sus carreras. Si al egreso del Conservatorio, el excelente pianista era Alexander, y Sergei un compositor notable, en la madurez de la vida, Sergei se habrá transformado en un virtuoso del piano, y Alexander, debido a la lesión de su mano, encontrará su lugar entre los compositores rusos menores del período post romántico.

Alexander Scriabin (1872 - 1915)
En su juventud gran amante de Chopin, al igual que éste, Alexander Scriabin va a componer casi exclusivamente para piano solo si descontamos sus cinco trabajos orquestales y su concierto para piano. Intentó innovar en el desarrollo de la armonía, y su filosofía de la música estuvo marcada por un gran sentido místico, al punto de creerse él mismo una figura mesiánica que vendría a recomponerlo todo.

Al final de su vida coqueteó con el dodecafonismo, realizando sus propios experimentos armónicos, con independencia de los maestros vieneses pero sin alcanzar su altura. Hoy, se lo recuerda especialmente por sus trabajos tempranos, preludios y nocturnos, principalmente los 24 Preludios del Opus 11, piezas esenciales en el repertorio pianístico de nuestros días, plenas de lirismo que traen a la memoria las armonías de Chopin, por cierto, pero también la poesía de Schumann y el romanticismo sensual de Wagner.



De la versión del año 2010 del Chamber Musical Festival de Santa Fe, New Mexico, tomamos esta equilibrada e inteligente selección de tres piezas para piano de Alexander Scriabin, interpretadas por la excelente pianista nacida en Beijing, Yuja Wang.
La joven músico, hoy de 25 años, se ha ganado un justo lugar en el circuito de pianistas de carrera internacional, luego de haber debutado en 2003 reemplazando exitosamente a Radu Lupu en el concierto N° 4 de Beethoven, y más tarde, a Martha Argerich, comprometida con el concierto N° 1 del mismo Beethoven que la señorita Wang se permitió cambiar por el N° 1 de Tchaikovski.
Las almas mezquinas, presentes en toda actividad humana, la calificaron en su momento de pianista reemplazante de colegas enfermos. Por mí, que se enfermen todos.

La selección incluye:
00:00  Preludio en Si mayor, Opus 11 N° 11
04:50  Estudio en Sol sostenido mayor, Op 8 N° 9 (incluye una sección lenta)
09:18  Poema, en Fa sostenido mayor, Op 32 N° 1

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7 comentarios :

  1. La impudicia que la joven Yuja Wang luce junto a la interpretación de estas piezas, hacen surgir en la mente del que mira y escucha el eros que se encuentra tras la mirada.
    No es posible que un blog que hasta ahora se presentaba como un espacio pleno de seriedad musical y de profunda difusión, dedicado a la muestra de los distintos vericuetos de este maravilloso arte, caiga ahora tan bajo al presentarnos a una intérprete casi desnuda. Es cierto ella a todas luces es oriental. Sabemos que los orientales tienen una relación con el sexo, abierta, procaz y desatada. No se donde vamos a llegar con esta difusión equívoca y malintencionada.
    Creo que me voy a cambiar de blog.

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Extemporaneo monástico e inquisitivo su comentario, aparte anónimo (de baja prosapia), la moral disfrazada es el peor flagelo de la humanidad (en occidente).

      Si me permite un consejo, escuche a ojos cerrados, la música es para el oido.

      Buen viaje.

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  2. ¿Ojos que ven y oídos que no escuchan? Creo que la difusión del trabajo musical debe estar libre de cualquier tipo de prejuicio moral. ¿Impúdica? ¡Que importa! Gran pianista, gran interpretación. Todo lo demás, pertenece al pensamiento conservador de salas de conciertos, esta etiqueta es venenosa para el desarrollo musical. Gran blog, gran difusión. Un saludo!

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  3. jejeje, no sabía que los melómanos fueron tan estrechos de criterio. Quien sabe si la pianista, acalorada, no tocaría tan bien. Ella tiene derecho a mostrar su cuerpo, asi como tiene derecho a la oreja desnuda de los pacientes escuchas. Detrás de las críticas a las ligeras de ropa siempre se esconde la envidia por no poder hacerlo y un parentesco de tipo militar. Lo digo por experiencia propia. El caballero ve lujuria donde no la hay, el pecado está en él, no en ella. Carmen Pía Gacitúa

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  4. Hola, Carmen Pía: Muchas gracias (muy atrasadas) por tu muy acertado comentario. No todos los comentarios llegan a mi correo, parece. Saludos.

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